Felipe Luzuriaga,
el violinista del balcón
por Cristina Karolys
Hace unos años, cuando yo vivía aún en Ecuador, leí una nota que narraba que Felipe estaba tocando su violín por las noches desde el balcón de su apartamento en Toronto. Lo hacía para levantar el ánimo de sus vecinos y de entretener a otros en aislamiento en plena pandemia. Era su día 73 y lo festejaba tocando el Himno a la Alegría de Beethoven, contaba la noticia. Yo aplaudí esa forma de hacer comunidad, de aportar con un grano de arena al bienestar de los demás y de tocar, no solo música clásica sino ecuatoriana. Había interpretado la Vasija de barro junto a su esposa y su hijo en percusión. Por eso, el público canadiense, lo llama cariñosamente, el violinista del balcón. “Qué chévere el Felipe”, pensé.
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Años después, cuando yo también estoy viviendo en Canadá, me parece fantástico entrevistarlo. Me encontré con Felipe en Toronto, en un café llamado Circles and Squares (Círculos y Cuadrados). Luego descubrí en el Museo de Arte Moderno de Nueva York que éste es el nombre de un movimiento del arte abstracto fundado por Joaquín Torres García y Michel Seuphor en París. El grupo de artistas publicó la revista Circles and Squares y organizó en 1930 una exhibición de 130 obras que daría paso un año después a la Creación Abstracta como tal. El arte no figurativo nació en 1931 como oposición al Surrealismo.
Foto cortesía de Felipe Luzuriaga
Quizás hay alguna relación entre nuestra reunión, la revista y la obra creativa de Felipe con este movimiento de círculos y cuadrados. La música responde a una naturaleza distinta a la del arte visual. Su categoría es inherentemente abstracta porque utiliza sonidos para expresar emociones, ideas y conceptos, y no depende de la representación literal o no de objetos concretos. La música de Felipe y su pasión por el violín nos llevan como público a recrear nuestros propios paisajes sonoros. Colores y formas cambiantes, sonidos etéreos que se engendran al escucharlo tocar.
Entre mesas cuadradas y espejos redondos conversé con mi buen amigo Felipe. A quien conocí en épocas de mi segunda adolescencia, un poco tardía y alocada. Aunque compartimos fiestas y momentos de bohemia, él jamás perdió su objetivo artístico. Dedicado íntegramente a su formación musical, fue primer violín de la Sinfónica Nacional del Ecuador, en una destacada carrera que empezaba a catapultarse. Solista, concertino, Director Musical de la Fundación Teatro Nacional Sucre del Ecuador, miembro de varias orquestas como la de las Américas, la de Cámara de Valdivia, la Cívica de Boston, la Sinfónica Nacional, la Ontario Pops Orchestra, entre otras. Felipe ha tocado en América, Europa y Asia. Actualmente cursa un doctorado en la Universidad de Toronto. Me cuenta emocionado que acaban de aceptar el tema de su tesis, una Introducción a la música de Gerardo Guevara. Y es que Felipe es un gran embajador de la música latinoamericana, que siempre incluye en su repertorio.
TODO EMPIEZA EN CANADÁ
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Felipe aplicó a una beca para una maestría en violín en la Universidad de Toronto porque Canadá le ofrecía la opción más amigable para él y su familia. Llegó en el 2018, en lo que describe como “un verano ardiente” junto a su esposa, Diva Sacoto, su niño de tres años y dos perros a un airbnb. No tenían casa.
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Después de encontrar un lugar de arriendo, se enfocó totalmente en sus estudios académicos, feliz de volver a encauzarse en su técnica, de estudiar armonía y análisis, lo que deseaba hace tiempo. Consiguió tocadas que le representaban un ingreso monetario. Además, empezó a dar clases de violín bajo el Sistema Toronto, (inspirado en el Sistema de orquestas juveniles e infantiles de Venezuela), que tiene cuatro centros ubicados en zonas menos privilegiadas de la ciudad, y que ofrece instrucción de alto nivel sin costo a sus residentes.
“Algunos de los graduados han ingresado ya a programas de música avanzados, otros no, pero igual su experiencia ha sido muy buena”, me dice.
El Sistema Venezuela fue generado por José Antonio Abreu, “genio venezolano que falleció en el 2018 y que creó esta cosa loca a nivel mundial y de la que salió Gustavo Dudamel, la cara más visible que ha surgido de este programa. Él salió de estos barrios periféricos de Venezuela y ahora es el nuevo director de la Filarmónica de Nueva York, obtuvo el puesto en la Ópera de París, a este nivel, Dudamel”.
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Tomando su café, me cuenta que las cosas se fueron dando. “Grabaciones, conciertos con orquestas profesionales de toda índole, desde música contemporánea, pop, clásica, del más alto nivel… Llegas, hay un solo ensayo y tocas. El nivel es tan alto que se espera que cuando te sientes a tocar estés absolutamente preparado para hacerlo. Esa es la perspectiva al ser contratado. Es demandante por un lado y enriquecedor por otro. Hay muchas oportunidades pero es muy competitivo y la expectativa es muy alta”.
Le pido que opine sobre su profesión en nuestro país. Me contesta que “si bien el Ecuador se ha desarrollado en el ámbito de la música académica, Canadá responde a otra realidad en cuanto a profesionalismo, no solo por el nivel sino por la cantidad, variedad y organización de los eventos”.
Me dice que en Toronto “todo ha ido in crescendo. En diciembre llegó un punto en el que desde todos los frentes, desde la educación (lugares donde enseño y orquestas juveniles), la dirección y el doctorado, estaba muy ocupado. Después de un día en el que dirigí dos conciertos a la vez, me fui a Ecuador. Fue un tiempo in crescendo en compromisos y también en el factor emocional”. Expresa que cuando llegó a Ecuador pudo al fin descansar. “Entonces, pude poner todo en perspectiva. La suerte que tengo es que tengo a Diva que me apoya no solo en la parte familiar sino en cada cosa que hago”. Ella lo impulsa, le ayuda a organizarse y a no parar.
Foto cortesía de Felipe Luzuriaga
LATINOAMÉRICA PRESENTE
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¿Qué oportunidades has tenido de compartir tu cultura musical con la comunidad canadiense?
Se han dado oportunidades para compartir mi bagaje cultural, que lo considero bastante amplio, porque incluye toda mi experiencia en el ámbito académico de la música clásica, de los compositores que crecí estudiando, y de la música ecuatoriana y latinoamericana. Cada vez que tengo la oportunidad la incluyo en mis programaciones. Por ejemplo, ahora que estoy dirigiendo orquestas y que soy Director Musical de una de ellas, trato de que en cada concierto haya por lo menos una obra latinoamericana. Y hasta ahora así ha sido... Desde que empecé la maestría acá en Canadá, en mis recitales toqué obras ecuatorianas. Programé y toqué música de Gerardo Guevara, de Enrique Espín Yepez, de mi tío Diego Luzuriaga, etc.
En enero, en el concierto de temporada de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Toronto, dirigí una obra de Gerardo Guevara, compositor ecuatoriano que tiene 93 años…” y quien es el tema central de su doctorado.
A mí me gusta hablar de la música, explicar si hay la oportunidad y así fue en ese concierto. Fue didáctico. Quiero que el público canadiense tenga ese contacto y se enriquezca con ese primer encuentro. Doy un contexto para que la gente sepa de dónde viene y que lo asimile y disfrute mejor”.
¿A dónde quieres llegar? ¿Quieres ser compositor?
No me considero un compositor de profesión porque no es lo que hago principalmente, aunque he creado música de diferentes géneros y estilos. Producción musical también he hecho con Diva, mi esposa, que es también cantautora. Entonces, yo he participado en esos procesos… en la parte de producción, etc… Mi enfoque es ser violinista. Intérprete y director, las dos cosas. Y educador. Considero que las tres son igual de importantes para mí… Tengo trabajo dirigiendo, tocando como músico de orquesta y como solista, música de cámara, etc. y educando, dando clases en diferentes lugares. Dirijo una orquesta juvenil, otra académica y tengo mis propios alumnos privados de violín. Y cada uno de esos ámbitos es igual de importante.
En el doctorado de dirección estoy trabajando con mi mentor, que es Uri Mayer, uno de los más destacados directores de orquesta que ha tenido Canadá. Trabajo con él de uno a uno. Es una guía soñada en el ámbito de la dirección. Como intérprete de violín, la maestría me ha preparado a un nivel muy alto que lo he seguido manteniendo.
En octubre toqué como solista en una orquesta aquí en Toronto para lo que tuve que prepararme intensamente, porque al contrario de lo que se suele pensar, los músicos no es que somos talentosos y nos paramos en el escenario y suena bonito así nada más, sino que tenemos que estudiar mucho para que esto suceda. Yo lo disfruto mucho. En este momento soy consciente de eso y le doy el tiempo para poder conservar y seguir trabajando a ese nivel como violinista.
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En cambio, en el ámbito de la dirección, a la parte técnica hay que prestarle mucha atención. Tiene más que ver con una parte incluso filosófica de la concepción de las obras que se van a interpretar porque el director es quien transmite esas ideas. Entonces, debes tener una preparación un poco más amplia, ver la obra como un todo, en el contexto en el que se creó y en el contexto en que la quieres interpretar, dentro de qué estilo, bajo qué influencias y, en última instancia, qué es lo que quieres transmitir. Es un trabajo más intelectual y comunicacional porque el director es una persona que es el vínculo entre los músicos de la orquesta, el público y el compositor.
Todo tiene diferentes matices. Yo veo que cada cosa se complementa en este momento de mi quehacer musical. La pedagogía requiere de mucha creatividad. Posiblemente, de las tres, es la que requiere de más creatividad. Uno pensaría que ser profesor es más fácil pero es al contrario. Requiere de mucha preparación y de otras cosas que tienen que suceder a la vez para que tenga sentido y sea de beneficio para los niños o adultos o quienes sean los alumnos. Realmente es super complejo. Antes lo pensaba intuitivamente, decía bueno, lo que sea lo voy a transmitir y en el momento me voy a inspirar para que esto suceda y de cierta forma se puede, en ciertos contextos. A veces en las clases privadas, que son de uno a uno, se puede hacer eso más fluidamente pero cuando estás en un setting grupal, ahí tienes que estar realmente preparado y saber cuál es tu plan y qué herramientas tienes para que suceda. Más aún, en contextos retadores, como por ejemplo el Sistema Toronto.
Es desafiante pero muy enriquecedor, disfruto mucho cuando se ven los resultados. A veces me pasan cositas, como por ejemplo un niño a quién no había visto hace mucho tiempo me saludó con mucha emoción. Él te ve y se acuerda de tí y ves dónde está ahora. Tú le enseñaste hace tres años cuando tenía seis o siete y ves wow dónde está ahora, a qué ha llegado, qué está haciendo. Son momentos que te tocan y emocionan, es el pago más grande de la enseñanza. Por más que es muy demandante tiene diferentes niveles de recompensa.
En este momento la prioridad es terminar mi doctorado, tengo que hacerlo este año. Se llama Doctor of Musical Arts y está diseñado para intérpretes, para músicos que son no solo investigadores sino que también son intérpretes. Yo lo hice en Dirección Musical entonces tiene un componente de práctica, de dirigir orquestas y de tener clases de dirección. También tiene un componente de investigación. La parte de investigación es fuerte, demandante. El tema es una introducción a la música de Gerardo Guevara. Ayer recibí la noticia de que mi propuesta de tesis fue aprobada y en dos semanas tengo una reunión con un comité doctoral que son profesores que me evalúan con preguntas sobre mi propuesta y si les parece bien me dan luz verde para escribirla de lleno. He completado todos los requisitos prácticos del doctorado y ahora me falta solo escribir la tesis… Para fines de este año estaría terminando mi doctorado. Ese es mi objetivo inmediato.
Foto cortesía de Felipe Luzuriaga
LA GEOMETRÍA DEL MIGRANTE​
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Entra un rico sol por la ventana del café anunciando el fin de la tarde. El tiempo ha pasado volando y yo aún tengo varias preguntas. Hay seguir con la vida, él con su apretanda agenda, yo con mi corta visita a Toronto.
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Hablamos de música y, off the record, también de nuestros objetivos migrantorios. A ratos pienso que los círculos y cuadrados somos nosotros, los migrantes. De todos los tamaños y colores, debemos adaptarnos y calzar en esta sociedad. Ser una pieza del rompecabezas, ajustarnos por aquí y por allá cuando vemos oportuno el espacio. Esferas y cubos de plastilina, que extienden sus ángulos para caber, que deforman sus lados para encajar.
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Los migrantes crecemos, sacamos brillo a los talentos dormidos, pulimos las hipotenusas, creamos fórmulas novedosas, entendemos las matemáticas, la geometría, los juegos del presente, le apostamos al azar.
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De una cosa estoy segura, y es que el trabajo de Felipe en cualquiera de sus disciplinas es prometedor. Por su entrega, inteligencia, dedicación y gran humanidad, los caminos se perfilan generosos. Y eso hay que agradecerle a este país que ahora es el mío también, Canadá.
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Edición de texto por Paulina Iñiguez