Parece que el delito no es ser terrorista, sino judío.
por Gabriela Maizel
Mis preocupaciones se alimentan o se paran sobre tres columnas distintas pero que caracterizan mi pensamiento y emociones sobre Israel y los ataque que ha recibido desde siempre. Una de ellas se relaciona a la historia, y concedo que puede ser una razón debatible, pues la historia no tienen porqué ser tomada como una verdad absoluta, aunque mientras más sustento tenga en los hechos y en los acontecimientos probados, pues es más confiable. Para mi segunda columna o razón, a la cual llamaré glorificación del crimen, no concedo discusión, ni debate, ni filosofía. Más adelante explico porqué digo esto. Y la tercera es el evidente antisemitismo que –como otras manifestaciones de la intolerancia humana- se evidencia todos los días de formas variadas.
Sobre la historia: el territorio que ahora conocemos como “Palestina” (nombre otorgado a esa zona por el emperador Romano Adriano en 135 D.C.), fue el hogar de los judíos desde hace miles y miles de años. En esa tierra, el pueblo judío sufrió múltiples ocupaciones y colonizaciones por los romanos, después los persas y los bizantinos y más tarde los otomanos. Llamar colonizadores a los judíos en esa zona que jamás fue un país árabe ni mucho menos es una contradicción de insostenible desconocimiento o evidente mala fe. Desde 1947 la ONU quiso dividir ese territorio en dos, pero quienes se han opuesto siempre han sido los palestinos. Es realmente inadmisible para quien tenga un poquito de cultura histórica repetir como un loro aquello de que Israel ocupa un territorio que no le pertenece. Pero el conocimiento y especialmente el entendimiento, también debe pasar por el tamiz de la voluntad y lamentablemente el ser humano básico prefiere sus prejuicios a las evidencias.
Sobre la glorificación del crimen tengo que ser mucho más firme. En la mañana del 7 de octubre un grupo terrorista, que al mismo tiempo es el gobernante de la Franja de Gaza desde 2005, perpetró los más repudiables actos de asesinatos, violaciones, torturas y secuestros. No obstante, para el estupor de algunos miles entre las que me incluyo, esas atrocidades no fueron suficientes, pues en varias ciudades de Canadá otros miles salieron a las calles a celebrar esos actos como si se tratara de una fiesta y una conquista. Aplaudían y gritaban a favor de violaciones, secuestros y asesinatos de niños, adultos mayores y otros civiles inocentes. Esto es algo que supera por mucho mi salud emocional. No solamente el festejo, sino que esos adoradores del crimen hayan salido impunes. Hubo cero consecuencias para los cheerleaders del terrorismo.
He aprendido que, “aunque Canadá incluye en su lista negra a los grupos que considera terroristas, entre ellos Hamás, lo que permite al gobierno federal confiscar cualquier activo canadiense del grupo y presentar cargos por terrorismo contra sus miembros. Pero en Canadá no es delito enaltecer los actos terroristas,” (la cita en ingles esta aquí: Rallies raise question of whether Canada should have a law against public cheering of terrorism - The Globe and Mail). “No es un delito celebrar los actos criminales en Canada”, me lo repito con incredulidad. Es increíble en este país en donde te sugieren no usar perfume en actos públicos para no molestar a tus vecinos, y en general ha liderado al mundo en políticas y postulados a favor del respeto a las diferencias, algo está fallando pues el antisemitismo y el antisemitismo violento no dan tregua a sus víctimas. Según Police- reported hate crime in Canada, 2020 (statcan.gc.ca), “Hate crimes targeting the Black and Jewish populations remained the most common types of hate crimes reported by police, representing 26% and 13% of all hate crimes, respectively. These were followed by hate crimes targeting the East or Southeast Asian population (11%) and those targeting a sexual orientation (10%).”
Y por supuesto esta cifra se repetirá y acaso se incrementara, pues parecería ser que es más importante un aparente derecho a la libertad de expresión (de personas que en la Franja de Gaza jamás podrían tenerla, por cierto) que el derecho de las víctimas a que no se festejen y feliciten públicamente los crímenes que se cometen en su contra.
Muchos países del mundo incluyen en sus códigos penales un castigo para quienes elogian o celabran públicamente actos declarados como criminales. Entonces me sacude la contradicción canadiense de considerar grupo terrorista a Hamas y tolerar que sus actos terroristas sea recibidos como una verdadera fiesta en sus calles. Ninguno de esos miles de celebradores de criminales sufrió ninguna consecuencia. Esto es algo que debe terminarse, la ley penal en Canada debe ser reformada para castigar esta bajeza humana. Acaso es necesario que un grupo de supremacistas blancos salga a hacer manifestaciones públicas a favor de los genocidios en contra de las Primeras Naciones como para que la sensibilidad del legislador canadiense se despierte ante estos actos tan repudiables?
Tengo muy claro el origen de mi reciente dolor. Y sin embargo me quedo con más preguntas que respuestas. ¿Se permiten o socapan en Canada este tipo de alabanzas sobre crímenes que se cometen o se han cometido en contra de otros grupos humanos? ¿Se tiene algún registro sobre judíos celebrando cada vez que los Taliban asesinan Chiitas en Afganistan? ¿Se han visto judíos celebrando cuando Hamas asesina o tortura a los palestinos que gobiernan en la Franja de Gaza? ¿Quién sale a las calles de Toronto con sus banderas a vitorear por el aniversario del secuestro de 276 niñas de una escuela en Chibok a manos Boko Haram el grupo terrorista fundamentalista islámico perpetrado en abril de 2014?
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El doble estándar es inaudito: Hamas es considerado un grupo opresor y criminal cuando asesina y oprime a otros palestinos, pero se convierte en instrumento de “justicia” cuando viola, tortura, secuestra y asesina civiles judíos. Y por alguna razón oculta en la doble moral que subyace, estoy absolutamente segura de que si un grupo de degenerados saliese a las calles de Toronto a glorificar el aniversario del genocidio en Darfur de 2003 caerían presos –con toda la razón- en pocos minutos.
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Esto me lleva a mi tercera y última columna: el antisemitismo. Alguien quiere exterminar al otro, y no es el pueblo judío precisamente. En Israel, los árabes tienen todas las oportunidades, y varios ocupan altos cargos de gobierno y administración, por otro lado ningún judío en ningún estado árabe tiene una oportunidad ni remotamente parecida. La chica alemana judía que fue violada y asesinada en el Nova Music Festival y cuyo cuerpo fue arrastrado, escupido y vejado por pobladores comunes y corrientes en Gaza es una poderosa muestra de que no son “solamente” los terroristas de Hamas quienes son capaces de odiar al judío de esa manera. Y así, como algo que se ha repetido en muchas ocasiones, llueven miles de cohetes hacia Israel, pero la cúpula de hierro detiene la mayoría, Israel se defiende y contraataca con eficacia, el resultado, en este mundo en donde el agresor que termina perdiendo, llorando y sangrando es automáticamente considerado la victima, no queda espacio para la objetividad ni para la justicia. El mensaje parece ser que debes ser taimado, débil, cobarde y fracasado para que la opinión pública te eleve a condición de mártir de manera instantánea y automática cuando tu víctima reaccione y te venza. Es ridículo.
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Hay una tabla para medir a los judíos y otra para los palestinos. La falsa narrativa que apela a la falsa bondad y a la ignorancia sesgada parece haber ganado y ahora vivimos en un mundo donde el terrorista es el héroe y quienes los glorifican son "pacifistas e idealistas". Demasiada gente cree que está bien justificar cualquier acto atroz en nombre de una situación de victimización que no está respaldada por pruebas ni hechos. Canadá no debe ser cómplice de manifestaciones y ataques violentos contra ciudadanos por el simple hecho de ser judíos; es imperativo que la ley se corrija no sólo para evitar contradicciones sino para proteger a sus ciudadanos. Es inaudito que la comunidad judía oculte los símbolos que la representan para protegerse. Parece que el delito no es ser terrorista, sino judío.​
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Anti-Defamation League (2009). Israel: A Guide for Journalists. Retrieved from https://www.adl.org/sites/default/files/Israel-una-guia-para-el-periodista.pdf